Pódcast → La sobria elegancia de Miguel Vargas
LOS CAMINOS #55. Serie pódcast de José María Castaño.
Hay en los decires del cante de Miguel Vargas una búsqueda de la autenticidad que pone de acuerdo a todos los aficionados. Porque desde la sobriedad y el compromiso con los tercios nobles del cante, desplegó siempre elegancia y buen hacer.
Su prematuro adiós hace justo 25 años, apenas en la frontera de los 55 años de edad, nos privó de todo un maestro en los decires jondos que fue cultivando desde muy joven. Miguel Rubio Vargas (1942 – 1997) perteneció a una frondosa generación de intérpretes nacidos en La Puebla de Cazalla. Allí recibieron cierta influencia de su paisano y prócer Francisco Moreno Galván, aunque más tarde Miguel se hizo vecino de Paradas, donde una peña flamenca vela por su legado.
Una buena muestra de todo cuanto digo es el contenido de este espacio que circunda algunos cantes de Miguel Vargas alojados en el volumen 11 de la antología Cultura Jonda de Fonomusic. Con el título de Un morisco en Paradas, el álbum recoge un buen número de grabaciones de un antiguo vinilo para la Casa Moviplay de 1971 con la guitarra de Melchor de Marchena.
De este disco, escuchamos a modo de bienvenida sonora unas cartageneras siguiendo a Chacón, para entrar de lleno en la orza del cante que representan la soleá con el polo y la siguiriya. Un homenaje a la Niña de los Peines en forma de peteneras cierra la entrega. Todos los cantes llevan la excepcional guitarra de acompañamiento de Melchor de Marchena.
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